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La historia de Joao

Timor Oriental

Cuando Joao descubrió que tenía lepra, tuvo miedo porque no sabía qué era ni qué significaba para su futuro.

Joao Falo vive en Pante Makassar en Oecusse, el distrito de Timor Oriental donde se encuentra la mayor parte de comunidad que padece  lepra. Tiene 48 años y tiene dos hijos y tres hijas, todos en edad escolar primaria.

Joao notó por primera vez los signos de lepra hace unos dos años. Había algunos parches rojos en sus brazos y piernas, y sus manos y pies se entumecieron y comenzaron a sentirse débiles. Debido al entumecimiento en sus pies, desarrolló una herida en su píe derecho que se negó a sanar. No entendía lo que estaba pasando, tenía miedo de contarles a otros sobre los parches o el entumecimiento de la herida, por lo que trató de mantenerlo en secreto.

Providencialmente para Joao, el Proyecto de Mejor Salud de Misión Contra La Lepra había llevado a cabo un programa de detección de lepra en la escuela donde trabajaba como guardia de seguridad. Uno de los jóvenes estudiantes brillantes, al recibir capacitación sobre los signos y síntomas de la lepra, reconoció que Joao tenía signos de lepra, por lo que le contó a su padre, que era amigo de Joao, el padre de este estudiante luego habló con Joao y lo ayudó a visitar la clínica de salud local donde se confirmó su diagnóstico y comenzó un tratamiento  de 12 meses de terapia multidrogas.

Cuando Joao descubrió que tenía lepra, tuvo miedo porque no sabía qué era ni qué significaba para su futuro. Tenía miedo de morir, porque a estas alturas tenía muchos manchas en la piel y la úlcera en su pie había empeorado. Pero a través del proyecto Mejor Salud, recibió capacitación sobre autocuidado y aprendió que la lepra es curable. No fue nada fácil para él ya que  después de comenzar el tratamiento con múltiples medicamentos  tuvo una reacción severa en la piel, pero eso no impidió que completará su tratamiento. Todavía tiene entumecimiento en las manos y los pies, pero sin el apoyo reconoce que sin el apoyo de la misión esto no podría haber sido posible y su enfermedad hubiese generado múltiples problemas de discapacidad.

 Augusto, un trabajador de campo de Misión Contra la Lepra, también habló con el jefe de Joao, el director de la escuela, para asegurarse de que no fuera discriminado debido a su condición. El director también acordó apoyar a Joao en su tratamiento.

Joao agradece a MISION CONTRA LA LEPRA  por permitirle liberarse del miedo a la lepra. «Ya no tengo miedo», dice. «¡Estoy feliz porque estoy vivo! Tener una buena salud para mí y mi familia es mi prioridad en la vida. ¡Por favor continúe apoyando el trabajo de MISION CONTRA LA LEPRA,  porque ayuda a que personas como yo mejoren y no seamos marginados!»